La visión del mundo en el que este aparece como algo exterior y opuesto a uno mismo, produce una separación, una ruptura, dentro de la persona. Hemos visto en los conceptos de física, como esta separación no

tiene una base objetiva, a pesar de que durante siglos ha ido haciéndose cada vez mayor en nuestra cultura.

Desde niños aprendemos la diferencia entre nuestra voluntad y la realidad exterior. En esta lucha, en la cual el niño se va haciendo "mayor", va integrando esta sensación de distancia.

El mundo exterior (o físico) es radicalmente distinto de nuestro interior subjetivo, y "los demás" pasan a ser intermediarios y negociadores de nuestros deseos. En el peor de los casos los "demás" pierden por completo la confianza de la persona, que sumida en "su" universo, se ve incapaz de comprender sus propias acciones (no insertas en su entorno relacional sino enfocadas solo a su interior), abriendo mas la brecha que le separa del mundo.

Este abismo pone a la persona en una situación de desasosiego, miedo y ansiedad. Efectivamente, un mundo separado, es desconocido y por tanto representa un peligro. El niño en la oscuridad teme. El conoce su subjetividad y presupone otras separadas y desconocidas. Si perdemos el control visual, este mundo hostil puede actuar sin que podamos evitarlo.

En esta separación, todo, absolutamente todo gira a nuestro alrededor y nos volvemos parciales, incapaces de entender otras motivaciones que las nuestras. El egoísmo, la desconfianza y el enfrentamiento serán inevitables.

los opuestos

Hemos visto en "CONTRADICCION" que la contradicción es mas aparente que real, revelando las dos caras de un mismo fenómeno. Psicológicamente, la mecánica de los opuestos lleva al juicio permanente, acentuando la separación del yo.

Terminar con la lucha de los opuestos mentales, lleva a la acción libre, liberando la conciencia y abriéndola a la intuición y a la felicidad.

ENLACE de INTERES : LA LUCHA DE LOS OPUESTOS (Instituto Cultural Quetzalcoatl)

http://www.samaelgnosis.net/libros/htm/revolucion_dialectica/capitulo_04.ht